Diego Fuentes, co founder de INC Consultores
En un contexto en el cual el mundo y nuestro país sufren profundas transformaciones estructurales propias de un fin de ciclo – cambio climático, revolución digital, inteligencia artificial, creciente malestar social, pandemia, conflictos bélicos – , sumado a una economía desacelerada y a una crisis de confianza transversal a toda nuestra institucionalidad; tiene como principal impacto una profunda incertidumbre ciudadana que abre una ventana de oportunidad y responsabilidad a las empresas y a sus liderazgos para ser agentes de cambio capaces de generar certezas, estabilidad y progreso.
Y aquí la gestión de los criterios ASG en sus operaciones – entendidos como los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo -, se vuelven prioritarios para toda corporación que quiera asegurar un futuro exitoso no solo desde lo económico, sino que también con modelos de negocios evolucionados que integren impactos positivos en todos sus grupos de interés, y que permitan construir una sociedad más sostenible.
Implementar estas variables no solo contribuirá a que las decisiones de inversión tengan en cuenta estos criterios para impulsar la economía hacia un modelo más sostenible, sino que reducirán el riesgo y se traducirán en un posicionamiento más competitivo. Asimismo, y para mí lo más relevante, es que las organizaciones públicas y privadas requieren sociedades con instituciones sólidas para generar más oportunidades; y aquí el camino de la sostenibilidad parece ser el único capaz de entregar esas tan anheladas certezas que recuperen la confianza, y la reputación en las organizaciones y sus liderazgos.
De hecho, de acuerdo a la octava versión del “Approaching the Future – Tendencias en reputación y gestión de intangibles” – del Corporate Excellence – son precisamente la sostenibilidad, los liderazgos responsables, y la reputación; los temas que más impactan en la actividad empresarial y que son más relevantes para el futuro empresarial.
Interesante señalar que este mismo reporte instala la medición de la reputación como el principal reto para las empresas; algo que desde mi experiencia como consultor en gestión de este intangible es clave en tres aspectos centrales: permite traducir el impacto reputacional en objetivos estratégicos para el negocio claros y medibles, anticipa y mitiga escenarios de riesgo en el corto plazo tomando decisiones oportunas en tiempo real, y finalmente entrega lineamientos estratégicos rectores de nuestro propósito y comportamiento corporativo en el mediano y largo plazo, actuando como eje conductor para llegar a nuestro estado deseado. Para la gestión virtuosa de este intangible resulta clave la inteligencia contextual y social, que permite ir descifrando la realidad para anticipar escenarios que impactan en los negocios, y medir continuamente a través de indicadores no financieros de gestión de reputación digital. Esto requiere que las organizaciones integren capacidades de análisis y escucha proactiva permanente respecto a sus grupos de interés.
La relevancia de la dimensión de la sostenibilidad que se está dando a nivel global, acompañado también de crecientes exigencias regulatorias en la materia, es una demanda multi stakeholder que se replica de manera importante en Chile. De hecho, de acuerdo a nuestro Estudio de Reputación Corporativa 2022 que realizamos en INC Consultores junto a Ipsos, la única dimensión que crece comparativamente al 2018 (previo a la crisis social y crisis de salud) es la de sostenibilidad; con atributos tan fundamentales como: cuidado del medio ambiente, compromiso con la comunidad, diversidad e inclusión, y tiene un propósito social. Y comprenderla desde esta integralidad es clave para que las empresas no se queden solo en temas medioambientales, sino que ejerzan ese impacto positivo en sus comunidades de forma estratégica abarcando en su totalidad las expectativas de sus grupos de interés.
Y aquí me quiero detener brevemente en el propósito como parte estructural en la construcción de una empresa sostenible. Ya que nos enfrentamos a un nuevo-consumidor-ciudadano-persona del siglo XXI, que tiene una energía transformadora y consumo inteligente, que más que castigar la ausencia de prácticas sostenibles, reconoce, elige y prefiere más allá del binomio precio- calidad, a aquellas empresas con un propósito superior que van más allá de lo económico y se orientan hacia la creación de valor compartido.
Y en este camino hacia construir empresas sostenibles basadas en una buena reputación, sólida y permanente en el tiempo, es prioritario que se gestionen liderazgos conscientes y responsables que inspiren y motiven a que terceros se sumen a este propósito superior. Y aquí uno de los principales valores que hoy deben tener los liderazgos corporativos es la honestidad y la transparencia de acuerdo a nuestro “Estudio de reputación digital de los líderes empresariales 2023”, cuya coherencia y consistencia en su comportamiento les permita a través de una comunicación eficaz conectar “valóricamente” con el por qué hace lo que hace, hacia dónde va y por qué necesita que sus stakeholders vayan con él, la empresa y sus marcas.
No olvidemos que la relación y asociatividad entre la reputación del líder y la corporativa es absolutamente estructural-lineal y ambas deben gestionarse persistente y estratégicamente.
El momento de ser estos agentes de cambios es ahora, porque de cara a un mundo lleno de incertidumbres y muchas veces simplemente incomprensible; será la reputación – a través de la implementación de criterios ASG – lo único que entregará viabilidad para nuestro entorno corporativo y sus líderes. Porque al final de cuentas son estas variables sociales, ambientales y de gobierno corporativo las que representan la sostenibilidad y que cuando se gestionan de la manera correcta, se consigue como resultado una buena reputación que a su vez construye diferenciación, atrae y retiene talentos, inversiones, clientes, amplía la licencia para operar y todo lo que hay detrás de una compañía que genera admiración, respeto y confianza.